Textos de PORTUGAL QUERIDO/ José Aniceto venía de Faro...

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 José Aniceto Domingos, nacido el 21 de julio de 1945, llegó procedente de Faro, la capital de Algarve, un 8 de agosto de 1958 con trece años de edad. Según recuerda, el barco entró a puerto a las ocho de la mañana. Su padre, que se llamaba exactamente igual que él, portaba un certificado de trabajo, que en ese momento era condición sine qua non para ingresar a nuestro país, que indicaba que se dedicaría a trabajar en un aserradero, más precisamente en una fábrica de cajones de madera. El mismo fue enviado por un pariente, Joaquin Madeira, oriundo de la misma región de Portugal, dado que el modo de adquisición de dicho certificado se realizaba comúnmente gracias a familiares o amigos.

La familia vivió primeramente en Lomas de Zamora, entre 1958 y hasta 1959, y posteriormente se trasladó a Villa Insuperable. José tendría en ese barrio su residencia hasta mudarse a Isidro Casanova cerca de 1975.

Comenzaría su oficio a la temprana edad de trece años, en octubre de 1958,  a muy poco tiempo de su arribo a la Argentina, trabajando para “Afonso”, un marmolero argentino a quien el abuelo del propio José le hubiera enseñado a trabajar el mármol hacía años en Portugal, cuyo galpón se encontraba en Mataderos. Fue su jefe quien el primer año lo llevaba a trabajar, hasta que en el año 1959 el padre de mi interlocutor abandona su trabajo en la cajonería para ingresar al mismo rubro que su hijo, y serían ambos así quienes realizarían de ida y vuelta ese trayecto entre su residencia y Mataderos en bicicleta.

Afonso fallece en el año 1961 y en 1962 Aniceto trabajaría en la marmolería de Ventura Dias (quien realizó mucho trabajo en Comodoro Rivadavia), y posteriormente en el año 1966 en Bombacci e hijos, localizada en Provincias Unidas y Catriel hasta el año 1974, en el cual comenzaría a trabajar para Marmolerías Memphis. Esta empresa era un gigante en su rubro, poseía tres fábricas una en Santos, otra en Filipinas, y por último, ésta en cuestión, precisamente en el kilómetro 31 de la ruta 3, Isidro Casanova. Esta firma cortaba un millón de  kilogramos de mármol al mes con discos diamantados, trabajo que en la actualidad se realiza únicamente en China.

Llegado el año 1978 se constituye Aniceto Hnos., en Segundo Sombra casi llegando a Venezuela, en el barrio de Isidro Casanova, desarrollando trabajos en tapas de ónix, hogares de ónix, mesadas, marmolería en general. La firma que le permitió a José Aniceto Domingos desarrollar una de sus grandes pasiones y criar cuatro hijos continúa hasta la fecha en el mismo lugar que hace 34 años.

Esta, que tal vez parece una  breve historia de la marmolería, es tan sólo una de las grandes pasiones de mi interlocutor. A mi parecer otra de las cosas que lo definen por excelencia es su devoto trabajo, desde su lugar o su “granito de arena” como él mismo dice, en favor de la cultura lusitana, como miembro del club de Casanova, o como tal vez la mayoría de sus paisanos lo conoce, como representante del Rancho Folclórico Dançares da Nossa Terra.

Dançares se fundó en 1993 por iniciativa de la señora Maria Rodrigues, y de Gladys Diaz de Aniceto Domingos, esposa de José Aniceto, a quien había conocido en ese primer año de residencia en nuestro país cuando acudía al barrio de Lanús los días domingos, siguiendo la costumbre de la paisanada de aquella época de ayudarse a construirse las respectivas casas. Quien con el correr de los años se casaría con él vivía puerta por medio de la residencia en cuestión y aún siendo muy joven recuerda como le decía a su madre “con esta encarnada me voy a casar” dado el color de pelo de ella.

Firme en las tradiciones portuguesas, habiéndolas inculcado a todos sus hijos, seguido por su esposa, quien sin tener raíces lusitanas lo acompaña en todo, muy sencillo y de hablar muy franco, cuando cuenta toda esta experiencia de vida repite sin cesar la frase “si todos pusiéramos un granito, un granito sólo de arena, cuánta arena se juntaría”, como diciendo que poniendo un poquito pero entre todos es la manera en la que se puede hacer la diferencia.

Karen Cogliandro

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