CUANDO EL PROGRESO DUELE/ JOAQUIM, EL ILUSTRE ZAPATERO DE COMODORO 1ra. parte

LA HISTORIA DE JOAQUIM, EL ZAPATERO, y muchos otros inmigrantes, está en un libro repleto de emociones... PORTUGAL QUERIDO. Pídalo a lusodescendientes@yahoo.com.ar




 Mi padre, Joaquím Rosa, nació en Sao Bras de Alportel en 1928, estudió sólo hasta cuarto grado. Desde niño ayudaba con el trabajo en el campo. Con tan solo doce años de edad comienza a trabajar como aprendiz de zapatero con el Sr. Pardalinho en los Machados, muy cerca de su casa. Allí  conoce a Antonio Lopes, con el cual seguiría una amistad en otra tierra.
En 1951, habiendo recibido una “carta de llamado” de su padre, embarca en el Salta hacia la Argentina. Habían pasado más de veinte años sin ver a su padre… Al llegar a Bs. As fue recibido por un pariente que lo cobijó en su casa unos días hasta que partió en tren hasta San Antonio Oeste y luego en colectivo hasta Comodoro
Llovía... Un tío lo esperaba en kilómetro 3. Recién al otro día se reencontraría con su padre. Sólo ellos pueden describir ese momento, en donde afloran los sentimientos que los hombres duros no muestran frecuentemente... Parece perderse en el tiempo al recordar...sus ojos se entrecierran, quizás para que no veamos alguna lágrima.
Su padre no tenía lugar para él y lo llevó a la pensión del Sr. Calderinha, que quedaba en la calle Rawson. Su propietario era un paisano que recibía a todos los portugueses que llegaban y no tenían donde vivir, los cobijaba, les ofrecía comida, la mayoría de las veces sin recibir paga... gracias a  ésta y otras personas como él los recién llegados no sufrían tanto el desarraigo.
A poco tiempo de su llegada consigue trabajo en Astra, kilómetro 20, donde arreglaba calzado para los obreros de las componías petroleras. Allí permaneció pocos meses, hasta que alquila una piecita en la calle Dorrego (propiedad de la flia.Eligueta) donde además de vivir arreglaba calzado para una zapatería de Comodoro.
En poco tiempo, pero con mucho trabajo, consiguió  el dinero suficiente para traer de Portugal a su madre y su hermano y con ellos vino también Celia Dias De Sousa (mi madre) con la que contrajo matrimonio por poder (muy frecuente en la época, el novio estando en Argentina , la novia en Portugal, manda un poder a su hermano  Vitalino para que contraiga matrimonio con su novia; sólo hay una fotografía de ese casamiento, en donde la novia posa sola).
Veintidós largos años habían transcurrido de sus vidas, veintidós años para volver a reencontrarse la familia!
Celia Dias De Sousa nació en 1933 en el sitio de Monte Trigo, Estoi, Faro. En el seno de una familia campesina. Segunda de siete hermanos, del matrimonio de Rosa Dias Lopes y Custodio De Sousa Pires.
Sus abuelos maternos fueron Inácio De Sousa Faría y María Do Rosario Pires.
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Celia, mi madre, tuvo una niñez y adolescencia difícil, ya que además de estudiar debía trabajar en el campo (siembra y cosecha) para ayudar a su familia. Épocas que recuerda y añora. Momentos en familia que jamás volvió a vivir.
 Con solo dieciocho años, habiéndose casado por poder con Joaquim, parte de su hogar hacia la Argentina , acompañada de su suegra y su cuñado.
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 Corría el año 1952, mi abuelo trabajaba en el puerto de Comodoro y luego en la Excavadora (aislada extensión cercana a la actual Villa Rada Tilly). Allí tenía a su cargo el cuidado de guinches y grúas.
Mi padre trabajaba de zapatero, y junto a mi madre alquilaban la casita en calle Dorrego. En 1953 nace su primer hijo, Joaquín Atilio. Ya para entonces mi padre era socio de otro paisano en un negocio propio, la Zapatería Ameghino, la cual actualmente abre sus puertas y ventanas muy despacio y recibe a clientes y amigos, permanece trabajando. Debe ser un record, casi sesenta años lleva alquilando el local. Es como un bastión del pasado… paredes cubiertas por estanterías repletas de zapatos de todo tipo. Máquinas tan queribles como reliquias cuanto útiles herramientas de su trabajo. Es, sin dudas un ambiente lleno de historia ciudadana .El se esforzó para comunicarse  con los clientes, habla con acento cerrado castellano casi forzado. Pero los giros propios del portugués natal se entremezclan con la “castiza” aprendida. Es allí donde muestra su origen, que respeta en lo más profundo. Y está muy bien que así sea.



(fragmentos del relato de Nilda De Sousa Inacio en el libro PORTUGAL QUERIDO)

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