ZÉ PERDIGAO Y MÚSICOS ARGENTINOS OFRECIERON UN SHOW ÚNICO DE FADO

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Como ya es un clásico en un alto porcentaje de los días donde hay función de fado en Buenos Aires, la madrugada sorprendió a los primeros que se animaron a despertarse con una lluvia tenaz, tal vez ya asociándose con la saudade del show que iba a suceder en solo algunas horas.
La tarde fue transcurriendo para dar paso al momento en que la Usina del Arte abría sus puertas para recibir al gran cantante portugués Zé Perdigao, recientemente nombrado Huésped de Honor por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.



La gente esperaba expectante para entrar al lugar en el que se iba a desarrollar el concierto. Tiempos de encuentros. Excelentes excusas para que algunos vuelvan a verse después de mucho tiempo, tal vez años.
Con la sala llena de espectadores, entraron primeramente los músicos. Luego se oyó la profunda voz del cantante llenando el lugar y ocupándolo todo con su magia.
Dueño de un carisma como pocos, canta, y cuando lo hace trasciende los espacios, las palabras dicen más que los versos que las componen, crea instantes donde todo Portugal está presente en cada nota.



Un cantante que elige no traer músicos sino compartir escenarios con músicos originarios del lugar donde se presente, ya que según sus propias palabras, la música es una lengua universal y la creación de fronteras es algo que solo podría haber realizado el hombre.
Tanto él como los músicos recibieron el mejor regalo: aplauso tras aplauso luego de interpretada cada una de las canciones que formaron parte del show perfecto que se brindó hoy en la Usina del Arte.



Los excelentes músicos que lo acompañaron, no se quedaron atrás, ofrecieron lo mejor de ellos, algo que muestra la calidad notable que se tiene para ofrecer al mundo.
Nacho Cabello se puso al hombro esta tarea de reunir a un gran conjunto, en una tarea sin precedentes, para darle forma al espectáculo con que los presentes se regalaron hoy.
Alberto López ofreció su arte con la gaita gallega y sorprendiendo, gratamente, con el acordeón, como muestra que no hay límites en la conexión musical entre países cuando los une el corazón.



Mariano Gora en guitarra y percusión y Nicanor Suárez en contrabajo fueron un lujo aparte para este gran evento en que la música envolvió a todos.
Pablo Brinzoni al piano fue otro acierto para llenar de luz la noche en que Portugal se acercó hasta Argentina.
Y luego, por si fuera poco, el baile flamenco de Paula Suárez unido a la voz de Perdigao, le dieron un giro inesperado a esta noche, rompiendo una vez más los limites de la música y uniéndola más.
Talento, humildad y carisma puesto al servicio de un show en el cual lo que primordió fue la belleza del lenguaje musical con un objetivo principal: transmitir el sentimiento con todas las fuerzas de la que se es capaz.



Y todos los que estaban arriba del escenario, lograron totalmente ese objetivo, de eso no me caben dudas.

Andrea Lopes
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