VICTOR CORREIA, UN PORTUGUES QUE TUVO, EN COMODORO RIVADAVIA, EL TRABAJO MAS DIFICIL


Víctor Correia desde hace 55 años trabaja en Cochería Jones, funeraria que fundó su suegro y que heredaron su esposa y cuñado.
En 1952, Edgar Jones fundó en Comodoro Rivadavia la Cochería Jones, casa funeraria que luego de 60 años de actividad ininterrumpida, cerrará sus puertas el lunes, dejando así una marca en la historia de la ciudad.
Es que esta firma, es la continuidad de lo que fue la primera casa de servicios de sepelios de la ciudad. “Ramos y Morales” se fundó en 1924, cuando los velorios todavía se realizaban en las viviendas de los fallecidos.
En momentos en que Jones compró la firma, el local se encontraba en la esquina de Belgrano y Rivadavia. Allí fue donde comenzó a trabajar Víctor Correia, quien hasta hoy en día se hace cargo de cada servicio de sepelio.
“Yo trabajo hace 55 años en la cochería. Llegué al país (desde Portugal) en el año 55 con 12 años, y como todo inmigrante ni bien llegué comencé a trabajar, primero en tienda Costa Azul, y luego quien posteriormente iba a ser mi suegro me tentó para que hiciera las guardias nocturnas. De ahí arranco yo en la funeraria”, explicó Correia a Diario Patagónico.
Víctor es oriundo de Rio de Onor, localidad del norte de Portugal que alberga a 120 habitantes. Llegó a Comodoro juntó a su madre, siguiendo los pasos de su padrastro. Dos años después, los recursos económicos permitieron que su hermana también llegara a la cuenca.

CONVIVIR CON LA MUERTE
Todo fue trabajo para Víctor en Argentina. En ese tiempo, el joven cuidaba ataúdes y los elementos que se guardan en el local para realizar los servicios. Más tarde pasó a trabajar tiempo completo y a convivir de cerca con la muerte, a pesar de su corta edad.
“Te puedo asegurar que me daba bastante miedo. Pero estaba a disposición de hacer lo que hubiera que hacer: ir a buscar un muerto, hacer la limpieza de la cochería. Después se fue agrandando la actividad porque empecé a manejar y a soldar. Fue un trabajo bastante de hormiga, porque todavía se hacía todo el servicio en el domicilio”, remarcó.
El pasaje entre la vida y la muerte es una situación traumática en el entorno del fallecido. En los primeros tiempos de la cochería muchos decidían velarlo en el domicilio, respetando la intimidad de la familia. Quienes fueron testigos de estos velorios aseguran que era difícil olvidar la escena plantada sobre el living del hogar, con los candelabros sosteniendo las velas y el cajón rodeado de lágrimas.
Para Víctor todo esto era aún más espinoso. “Lo más difícil era agarrar un muerto, vestirlo, con la edad que tenía me daba miedo. Me quedaba en la cochería y me quedaba pensando, la única ventaja era que en ese momento no había velatorio. Pero era tal la necesidad de hacer una moneda que había que vencer los miedos”, reconoció.

EPOCAS DE CAMBIO
La cochería se encontraba en Belgrano y Rivadavia cuando se produjo el incendio del local lindante. Ese hecho posibilitó alquilar el lugar y abrir la segunda sala velatoria de la ciudad, luego de Cochería Rivadavia.
“No fue fácil que la gente se acostumbrara a llevar a sus familiares. Estaban aferrados a la tradición. Fue difícil, pero luego la gente se dio cuenta que era lo mejor, porque evitaban ver el lugar donde habían estado velando a sus familiares”, explicó.
En el 80 Cochería Jones se mudó a las instalaciones que usará hasta el lunes, donde por 32 años brindó un servicio de alta calidad. “La desa-parición de otras cocherías es el mismo causante que produjo que desapareciéramos nosotros: el servicio de sepelios de la Sociedad Cooperativa Popular Limitada. Yo no estoy en contra del sistema, la vida cambia, pero nosotros nunca pudimos llegar a un acuerdo con ellos y los hemos auxiliado muchas veces”, sostuvo Correia.
Lo cierto es que el futuro ya está decidido y atrás quedará el oficio de este hombre que supo convivir con las duras características de enfrentar la muerte. “Lo más difícil es contener a la familia. Uno no es un vendedor de cajones, pero lo peor de todo es ir a buscar el muerto y vestirlo. No es fácil agarrar un muerto, no es para cualquiera. Hay distintas formas de morir, esto es lo más traumático porque el más alto porcentaje es gente conocida”, explicó.
“Me gusta ayudar a la gente, pero no es un trabajo agradable. El ejemplo está en que nunca quise que mis hijos trabajaran en esto, porque es muy doloroso, muy triste, y no tiene horarios, porque acá no podes decir: vení mañana”, resumió el hombre al que luego de 55 años, le tocará cerrar las puertas de la única cochería privada que quedaba en Comodoro Rivadavia.

DIARIO PATAGONICO
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