EL VINO VERDE PORTUGUES EN UNA NOTA DE CLARIN-VIAJES

El vino verde

Símbolo de la tradición viñatera de Portugal, se produce en la región norteña del Minho, entre las colinas que atraviesa el río Duero.
O'Kif
                                 
Cuando visita Portugal, El Viajero Ilustrado sabe que para acompañar una cataplana –plato típico parecido a la cazuela española– la oferta del sommelier no será “tinto, rosado o blanco”. Aprendió que en el país de los lusitanos, ante esa delicia perfumada e intensa, sólo cabe decir “verde”. Si refina un poco su lenguaje, puede decir vinho verde , que es el hijo dilecto de la gran tradición vitivinícola portuguesa. El vino verde, entiende El Viajero, se caracteriza por tener una gran frescura y acidez equilibrada, condiciones ideales para acompañar cualquier comida. Este vino se produce en una región específica de Portugal, la bellísima zona del Minho, en el noroeste del país.
Cuando transita esos caminos, El Viajero reconoce su particular geografía y comprende por qué nacen ahí esos vinos tan especiales. Al contrario de las zonas vitivinícolas argentinas de clima notoriamente seco, en el Minho se alternan el sol y la lluvia casi todo el tiempo. Esta región es regada por el río Duero, que baja desde España por las montañas y colinas fronterizas. Ese paisaje es una postal maravillosa y define la personalidad del vino verde.
La tradición vitivinícola portuguesa se remonta a varios siglos, comenzada por los fenicios y continuada por griegos y romanos. Ya en esos tiempos se conocían las virtudes y la originalidad del vino verde. Al observar en qué forma se elabora, El Viajero comprueba que este vino se prepara hasta con un noventa por ciento de uva tinta y el resto con variedades blancas, sobre todo con uvas del vino blanco de aguja .
Una vez embotellado, el vino portugués tradicional elaborado en forma doméstica sufre una pequeña fermentación. Esto genera restos de gas carbónico en la botella, lo que se denomina “la aguja”. Es tal la preferencia por este tipo de vino que, a veces, se le inyecta dióxido de carbono de forma artificial para que el vino tenga “algo de chispa”.
Los vinos “verdes tintos” se fermentan con los hollejos, raspones y pepitas, embotellándose sin haber realizado la fermentación maloláctica. Así surgen vinos de color violeta oscuro con gran contenido de tanino y acidez, que son muy apreciados por los lugareños. Según dicen en Portugal, son los mejores para acompañar la cataplana, un plato preparado con cebolla, ajo, pimiento rojo y pimienta. Se añade tomate en daditos y carne de cerdo, taquitos de jamón y rodajas de chorizo. Se le agregan almejas, una ramita de cilantro y un vaso de vino verde. Si esto no lo invita a beber, El Viajero no se reconoce.
El sabor del vino verde varía como el de cualquier vino. Depende de la calidad, el estado, el sabor y el tipo de uva. Los mejores son los elaborados con uvas de Alvarinho, provenientes de Moncao y Melgaco, en la frontera con Galicia. Calientes y secos, estos vinos parecen agrupar lo mejor de las uvas viognier –que tiene reconocibles notas de durazno– y riesling , con su típica acidez.
Por su parte, la uva loreiro produce un estilo de vino crujiente y típico de esa región. Pero si el vino fue elaborado a partir del varietal trajadura se consigue un paladar más suave, mientras que la cepa avesso otorga un sabor pleno y maduro.
Los verdes del nuevo estilo, varietales, están elaborados habitualmente en seco, contienen poco o ningún gas carbónico y cuando se embotellan ya están estabilizados. La graduación alcohólica suele estar entre los 11 y 12,5 grados y la acidez, entre 6 y 7 gramos por litro. Entre los más famosos, El Viajero recomienda el vino verde Casal García, uno de los más conocidos y consumidos en el mundo. Es un vino liviano, ambarino, suave y ligeramente afrutado. Semiseco y con alto porcentaje de gas carbónico: tiene apenas 10,5 grados. Sin embargo, es potente en su aparente ligereza.
Sobre la mesa, El Viajero disfruta con la extraña ilusión que sugiere ese vino ligeramente ambarino, que, colocado en una elegante botella de cristal azul claro, produce el efecto de vino verde esmeralda. En la copa, retoma su tinte ambarino transparente, mientras en el paladar sólo es comparable con el pulpo a la brasa que humea en el plato. Soberana excusa para el disfrute.

CLARIN, 30-3-13

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